domingo, 17 de abril de 2016

Nietzsche y los judíos



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        [...]
        Los judíos son el pueblo más notable de la historia universal, ya que, enfrentados al problema del ser o no ser, han preferido, con una conciencia absolutamente inquietante, el ser a cualquier precio: ese precio fue la falsificación radical de toda naturalidad, de toda realidad, tanto del mundo interior como del mundo exterior entero. Los judíos trazaron sus límites frente a todas las condiciones en que hasta ahora le ha sido posible, le ha sido lícito a un pueblo vivir; crearon, sacándolo de sí mismos, un concepto antitético de las condiciones naturales, — ellos han vuelto del revés sucesivamente, y de una manera incurable, la religión, el culto, la moral, la historia, la psicología, convirtiendo esas cosas en la contradicción respecto a sus valores naturales. […]. Los judíos son, justo por eso, el pueblo más fatídico de la historia universal: en su efecto posterior han falseado la humanidad.
        
        En mi Genealogía de la moral he expuesto por vez primera, psicológicamente, el concepto antitético de una moral aristocrática y de una moral de ressentiment, surgida ésta última de un no a la primera: y ésto es íntegra y totalmente la moral judeocristiana. Para poder decir no a todo lo que representa en la tierra el movimiento ascendente de la vida, la buena constitución, el poder, la belleza, la afirmación de sí mismo, para poder hacer éso, el instinto, convertido en genio, del resentimiento tuvo que inventarse aquí otro mundo, desde el cual aquella afirmación de la vida aparecía como el mal, como lo reprobable en sí. Calculadas las cosas psicológicamente, el pueblo judío aparece como un pueblo dotado de la más tenaz de las vitalidades, como un pueblo que, situado en condiciones imposibles, toma voluntariamente partido, desde la más honda listeza de la autoconservación, por todos los instintos de décadence, — no como dominado por ellos, sino porque en ellos adivinó un poder con el cual es posible oponerse contra «el mundo».
        Los judíos son lo contrario de todos los décadents: han tenido que representar el papel de éstos hasta producir la ilusión de que lo eran, han sabido colocarse, con un non plus ultra de genio teatral, a la cabeza de todos los movimientos de décadence, para convertirlos en algo más fuerte de todo partido de la vida que diga sí. Para la especie de hombre, una especie sacerdotal, que en el judaísmo […] ansía el poder, la décadence no es más que un medio: esa especie de hombre tiene un interés vital en poner enferma a la humanidad y en volver del revés, en un sentido peligroso para la vida y calumniador del mundo, los conceptos «bueno» y «malvado», «verdadero» y «falso».—
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        La historia de Israel no tiene precio como historia típica de toda desnaturalización de los valores: […].

Por Friederich Nietzsche

Extraído por SDUI de: El Anticristo

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