sábado, 5 de marzo de 2016

Parálisis progresiva



«De parálisis progresiva califica El Liberal la enfermedad que padece España, y presiente para lo futuro una convulsión o una parálisis definitiva.

»Parálisis... Nos place la palabra. No de otra suerte puede calificarse ese amortiguamiento continuado de la vida colectiva nacional, que ha disuelto virtualmente en veinte años los partidos políticos, haciendo de sus programas entretenido juego de caciques.

»Parálisis... Así se explica la espantosa indiferencia del país hacia los negocios públicos..., la abstención del cuerpo electoral..., el desprecio de los lectores de periódico hacia el artículo político..., la sola lectura del telegrama y de la gacetilla, como si roto el cordón umbilical entre la nación y el ciudadano, cuantos fenómenos afecten a aquélla no interesaran a éste de otro modo que la ficticia trama de una comedia al público de un teatro.

»Parálisis intelectual reflejada en las librerías atestadas de volúmenes sin salida, en las cátedras regentadas por ignaros profesores interinos, en los periódicos vacíos de ideas y repletos de frases hechas, escritos por el hampa social que lanza al arroyo la lucha por la vida, en los teatros, donde sólo las estulticias del género chico atraen a un público incapaz de saborear la profundidad de un pensamiento..., parálisis bien simbolizada por esa Biblioteca Nacional en donde sólo encontré ayer a un anciano tomando notas de un libro de cocina de Ángel Muro.

»Parálisis moral, evidenciada en esos abonos increíbles para las corridas de toros; parálisis moral que inventa, en tanto se extiende el hambre en las comarcas andaluzas y doscientos mil hermanos nuestros mueren de anemia en climas tropicales, los cigarrillos del Khedive de dos, tres y cinco pesetas cajetilla, para que encuentren modo de gastarse sus rentas los accionistas de la Trasatlántica y del Banco.

»Parálisis imaginativa, que ha dado al traste con los entusiasmos y los ensueños de la raza.

»Y para esperanza de curación, una juventud universitaria, sin ideas, sin pena ni gloria, tan bien adaptada a este ambiente de profunda depresión, que no parece sino que su alma está en el Limbo; ni siente ni padece.

»Pero no tema El Liberal que tan penosa enfermedad se desenlace en horribles convulsiones. Son ya tan hondos sus progresos que se ha llevado, no tan sólo la esperanza, sino hasta el deseo de curar.
»España prefiere su carrito de paralítica, llevado atrás y adelante por el vaivén de los sucesos ciegos, al rudo trabajo de rehacer su voluntad y enderezarse.

»Para serla agradable, no turbemos su egoísmo de enferma con vanos reproches y aunque la enfermedad acrezca... ¡silencio!... ni una palabra.
»Dejémosla dormir; dejémosla morir.
»Cuando apunte otra España nueva, ¡enterremos alegremente a la que hoy agoniza!»


Por Ramiro de Maeztu en Hacia otra España, Madrid, abril de 1897

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